lunes, 7 de marzo de 2011

Tzameti-13


Un trece de buena suerte

El 13 (que en Georgiano se dice Tzameti) es de mala suerte según la tradición. Muchas películas con el nombre 13 ha habido y han tenido mala suerte, la mayoría han sido bodrios. A esta le pasó al revés, aún como primer largo metraje de Gela Babluani, tuvo suerte total, quizá de principiante, como su protagonista. Una película llena de lujos, se da el lujo de tener a 50 Cent y a Mickey Rurcke en papeles secundarios. Se da el lujo de usar el blanco y negro ganando un toque clásico que combinado con una anécdota moderna nos da una sensación casi adictiva. Cada segundo de la película está justificado en una impecable narración y sin ningún "bug" técnico referente a la criminalística.

Migrante con su suerte
Un joven migrante de Georigia (Vince) que trabaja en Francia con empleos esporádicos es contratado por un hombre extraño apurado económicamente para arreglar el tejado de la casa en que vive con su esposa. La familia del chico también tiene problemas económicos y su hermano le ha prestado dinero mientras cobra el trabajo actual. El techo tiene algunos hoyos que le permiten escuchar al joven entre otras conversaciones una relacionada a una fortuna que cobrará el extraño hombre quién es vigilado por un detective que toma fotografías de la casa y vigila de cerca los movimientos en ella. La simple intriga que generan los primeros 30 minutos sobre que es lo que está en juego, ya justificaría la película.

Pero comienza la acción. El hombre contratante antes de pasar al baño a drogarse deja cerca de la ventana algunos papeles y un boleto que le ha llegado para hacer el viaje que le dará la fortuna. Al rato muere de una sobredosis y los papeles y el boleto acaban por todos lados por un ventarrón. La hermana venderá la casa por lo que la esposa debe abandonarla y le dice al obrero que no le puede pagar pues ya no es asunto de ella el inmueble. Así, el joven, en un cobro "a lo chino" toma el boleto y hace el viaje haciéndose pasar por el hombre del negocio.

Hasta ahí el misterio. Luego viene el la acción. La policía comienza a perseguir al joven pero gracias a toda una logística ajena es burlada la investigación. Llega a una casa con mucha gente donde causa cierta incomodidad que él no sea la persona no sea la esperada pero es tolerado como sustituto bajo la advertencia que ya no puede retirarse del negocio.

El negocio resulta ser una apuesta basada en una ruleta rusa de 13 personas por tandas. Formados en círculo el primer participante le apunta al segundo, el segundo al tercero y así sucesivamente en un derrame de adrenalina que solo es curado con dosis de morfina. Al encenderse una lámpara los participantes deben disparar. Los sobrevivientes pasan a la segunda tanda y así hasta que quedan cuatro que son sorteados para quedar en dos. En cada ronda corren las apuestas multimillonarias. Como el chico es principiante gana la gracia de uno de los apostadores. Vince sobre vive a todas las etapas resultando ganador y cobrando su fortuna. Huye del lugar y en el camino observa las placas CV1313 del apostador que creyó en él. Inteligentemente envía por correo a su hermano el dinero sobradísimo con respecto a su deuda y compra su regreso por tren. La policía que ahora sabemos, anda muy cerca de los apostadores ilegales, lo intercepta en la estación pero él ya no tiene el dinero y sale avante con los interrogatorios. Este principiante se sube al tren donde volverá a probar su suerte pero pase lo que pase quedara intacta la suerte del cinesta también primerizo que realiza una impecable película.

La suerte de la policía
Una historia que habla de la buena y mala suerte, y como una u otra pueden convertirse en su contrario. Participantes cuya desesperación no les alcanza a comprender que sus probabilidades de morir son altísimas en esta elección del azar que proviene tanto del problema económico como de la ludopatía, en este caso extrema. La adicción a las drogas va de la mano a la adicción al juego y quien juega necesita cada vez más aunque eso implique el comercio de vidas. El crimen en cadena detona crímenes cada vez más graves. Si esto se llevara al extremo quizá llegaría a la historia una red de secuestros cuando los voluntarios se hubiesen agotado. Nos muestra una policía más bien tontita carente de tecnología de rastreo y de logística muy inferior que la de los criminales. Técnicas de interrogatorio de tortura inversa, pues quien tortura es el interrogado al policía que no logra extraerle ni una sola palabra de ayuda. Es decir, una policía muy realista, nada heróica que no solo permite sino que promueve el cultivo de crímenes perfectos a la luz del día.

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