lunes, 30 de diciembre de 2013

Todo lo que tu quieras, hasta arruinar mi película

Con una duración de 101 minutos que ciertamente parecen menos, Archero logra dirigir a partir de un guión de el mismo una película atrevida en su contenido y muy convencional en su forma. Con una dinámica de imagen  más propia de la publicidad que del cine a tal grado que podemos pensar que pronto comenzarán los cortes comerciales, también logra involucrar al espectador en una narración muy ágil con una explosión de emociones muy bien vendidas en el mercado de las películas para todo público: tristeza, amor, decepción. Una combinación perfecta pero ahora hasta con su dosis open mind fresa. La fotografía cuyo principal logro es contener una narración alternativa al diálogo es fresca. El trabajo teatral de los actores, sobre todo de la niña hacen de ésta una perfecta confección. Todo cuadra, una narración limpia y bien hecha. Así que lo que se quiera criticar tendrá que ser desde la perspectiva la historia pues la película como tal carece de problemas.

Leo es un abojado joven que no tiene mucho tiempo para su hija aunque cuando la ve se divierten juntos. Mientras, su madre se hace cargo pero muere de un ataque epiléptico. Así, el padre comienza a descuidar en alguna medida el trabajo. El hombre va a un bar donde critica a un homosexual. La niña siente una gran extrañeza de no ver a su madre, y sin comprender bien que ella  ha muerto, la niña le comienza sugerir que necesita una madre. El hombre tiene relaciones ocasionales con una mujer, pero en el acto sexual le comienza  a llamar por el nombre de su antigua esposa.

El punto sin retorno es cuando la niña le solicita a Leo que se vista como muer para recordar a su madre. Esto tiene un efecto en la escuela donde creen que la niña se ve perjudicada por el juego que tiene con el padre y tratan de quitársela. El comienza todas las noches a trasvestirse, cuando hace caso a la escuela de que está  sufriendo la niña, el ve que la niña está consiente de todo y es su fantasía infantil la que le impide verlo como papá. Ella le dice que quisiera que de día también se vistiera como su madre. Sin importarle, se viste como mujer a donde sea y es discriminado por ello. Recibe recriminaciónes de la escuela de monjas de su hija, de su socio y en general de todo mundo. Pero no le importa. En un cuarto de hotel donde se refugian de una tormenta, no sin sufrir las recriminaciones del hotelero, la niña  lo vuelve a ver como padre y ella misma le limpia el maquillaje.

Una película  con excelente fotografía, guión, música y actuaciones, pero  que poco sirven en una historia en la que el escritor no se atrevió a llegar a las últimas consecuencias en sus respuestas al "que pasaría sí". Al escritor le pasa lo mismo que a sus personajes secundarios que agreden al personaje central por ser travesti. Porque el escritor perdona a su mismo personaje de cometer el terrible acto de ser travesti. El narcisismo narrativo le hace corregirle el rumbo. Parece que no soporta ver a su propio personaje vestido de mujer, y huye de esa situación que era el único desenlace lógico en una situación tan inverosimil. Es decir, lo único que salvaría de la inversimilitud de que un hombre se trasvista porque su hija se lo pide para recordar a su madre, es que lo siga haciendo. Si no queda como el famoso sueño de las historias de terror de mala calidad. El escritor tenía la obligación de asumir las consecuencias de su hipótesis. Pero le da el final feliz de los cuentos infantiles, sí se vistió de mujer, si lo golpearon, si quería la niña que hiciera eso, pero... todo fue un sueño. Ahora ya es el hombre que en realidad siempre fue.

Tanto trabajo que le costó que le concedamos de que puede ocurrir bajo los principios planteados lo que estamos viendo, tanto trabajo que le costó al director convencernos de que en algún lugar es viable al pie de la letra la vieja cuestión de «por ti haría cualquier cosa» que normalmente queda como un vocablo viejo y hecho por puro compromiso, para que al final saboteé la historia. Por ti me vestiría de mujer primero en la noche y luego de día, por ti perdería a mi socio y mi caso, y en todo caso hasta mi vida. Es el principio del padre que nos presentan, primero rudo y luego un ángel. Muchos críticos se han ido sobre esta película tachándola de poco original, o con pocos recursos narrativos, lo mismo que su primer plano, y poco convincente. Realmente resulta hoy poco convincente que alguien haga cualquier cosa por alguien, incluso si ese alguien es su hija. Pero el director aunque está jugando, sabe a lo que juega, formula todo como una hipótesis, ¿qué pasaría si un padre hiciera todo por su hija? El problema es que cuando tiene una posibilidad la estropea.

El personaje está dispuesto a hacer lo que sea por su hija, ella solo tiene que pedir. Pocas veces el título de una película es tan evocativo como este. Nos da la sensación de que el director o el escritor, echaron a perder su película por alguna petición infantil. La trama trascurre, ya ni siquiera le interesa a Leo lo que piensen, está entregado a su pequeña, podría bailar desnudo en la Fuente de las Cibeles de Madrid. Y es en ese momento, cuando ya nada le importa, cuando ya está entregado y nada le importa, cuando no llega a salvarlo la niña, ni la vida o la sociedad, llega a salvarlo el mismo escritor, y es lo que no es razonable en una cinta. Es el escritor quien arma la catástrofe y quien vuelve a acomodar las cosas desde afuera. El escritor está para meter en problemas a los personajes, no para resolverles la vida.  Este escritor es bueno y compasivo, a decidido cuidar a sus «hijos», a hacer los que dice la película «todo lo que tu quieras» con respecto a sus personajes. Y si el personaje está en aprietos fatales llega el escritor a perdonarlo como si fuera un dios. Pero no solo eso, no se da cuenta que al perdonar eso que los demás consideran pecaminoso, el también lo está considerando pecaminoso dejando por resultado una historia moralina y mediocre. A ese dios se le olvida que el argumento y la hipótesis ya estaban planteados, ya se había preguntado «que pasaría sí?», ya no hay vuelta de hoja. Llega el escritor con su pluma y hace lo más inverosímil, que la niña le diga que ya no le gusta que sea su madre.
Si bien esa hipótesis podría funcionar  no se sostiene de ningún ancla, sólo fue el escritor con su autoridad quien llegó a salvar a todos los espectadores chillones que pudieron haber visto un final fatal: que Leo se extirpara sus órganos sexuales masculinos (dícese aplicarse la jarocha), que Leo se suicidara, que ahorcara a la niña ultra peticionista, o bien, respetando la vida del protagonista como hacían los caballeros del clacisismo, que la niña le pidiera algo aún más imposible, que se volviera mujer y que tuviera un hijo porque ahora la chamaca quisiera tener hermano, o que se cortara las piernas para ser de la estatura de su madre, que se dejara la barba para ir a trabajar de la mujer barbona, que se implantara un pecho para ser amazona, en fin, millones de finales posibles cuando se deja al personaje resolver la historia. Pero sólo un final cuando es el escritor quien ha de resolver todo. Entonces hecha a la borde todo lo que parecía su malestar por el status quo. Retira su inconformidad.

Así, el escritor se desarma ante la catástrofe, llora ante su propia historia, se inca y pide perdón de todas sus preguntas, pide perdón del que pasaría y decide retirarse  con su insolencia dejándonos una película que iba a ser buena a medio buena o medio mala, una película que iba a ser de dos horas, de una y media. Que iba a ser devastadora en dominguera y que iba a ser inmortal, en pasajera. Y aún así, en ese final bastardo lleno de melchocha, que nos recuerda que el mundo es bello aunque no lo sea, se respira todavía la realidad planteada, una niña que había hecho de su madre cualquier cosa, decide recordarla con los ojos cerrados, en ese momento que muere Leo «reina queen» y revive Leo hombre macho, nace la madre de nuevo, aunque en el recuerdo, y con ello para siempre. La familia recobra su tristeza y con eso su humanidad. Obviamente es una película que vale la pena ver y dejarla unos minutos antes de que acabe.



Secuencia:
Leo Velazco (Juan Digo Botto, Argentina 1975), un joven abogado, lleva casos civiles, de familias peleando, madres que quieren o no quieren a su hijo, luchas patrimoniales. En particular lleva el caso de un homosexual (Jose Luis Gómez, España, 1940), que en la cinta sólo actúa para decirnos que Leo es un homófobo de cepa sin respeto a las personas con preferencias diferentes a las de él. Sin embargo, con su familia es un tipo tolerante aunque ensimismado en su trabajo. Su esposa Alicia (Ana Risueño, España, 1969) es una gran madre con Dafne, su hija. Le lee cuentos en la noche y disfruta el tiempo con ella.
 La madre es la que lleva a la niña a sus actividades, a divertirse, disfruta con ella sus vacaciones navideñas. La lleva al parque y ahí es donde mientras la chicha juega, la madre muere. Al parecer de un ataque de epilepsia.  La niña estaba muy apegada a la madre y sufre mucho la falta. El confiesa que no está seguro de si podrá resistir la situación.
La niña comienza a tener algunas fallas en la escuela, o lo que creen los maestros que son fallas, el comienza a tomar los roles de madre, aunque un poco inadaptado aún, se hace por primera vez cargo de la niña. El tiene una amiga que al juzgar por los razgos que muestra, está interesado en él. La niña la ve como una madre potencial. Van al teatro a la función de un amigo de su amiga que es el mismo homosexual a quien Leo atiende.
En la obra ocurre una situación desfavorable donde Leo expone al homosexual. El suceso no pasa a mayores y el acaba con su amiga teniendo sexo pero el recuerda a su mujer y así le llama. Le pide que se lo permite, mostrando así la nostalgia insoportable que siente. La amiga puede comprenderlo para se va al anochecer sin que el lo note como indicando que no le interesa una situación de esa naturaleza.

Su hija le pide que se vista de su madre para recordarla y él lo hace. De esta forma la niña comienza a recordarla.

Convierten la situación en un juego, pero mientras el juego tiene su plasticidad, también tiene su alma, el comienza a contarle cuentos, y comienza curiosamente ya no a ser madre, sino también el padre que era a medias.

Pide a su cliente homosexual que lo asesore sobre como vestirse y parecerse a su esposa. La niña le pide que el juego no sea sólo en la noche, y el la lleva vestido de mujer a la escuela. La niña recobra parte de su felicidad, pero en la escuela reclaman, los moralinos de siempre salen al ataque.

Entre la mojigatería y el machismo anti «queen», es golpeado y acaba en el hospital por un grupo de jóvenes homófobos.

Al final la niña como por arte de magia decide que ya no quiere ver a su madre en su padre. Ella misma limpia su rostro sellando una especie de pacto de amor, en el cual reconoce a su padre y que su madre ha muerto, pues la recordará «con los ojos cerrados». 

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