Con
una duración de 101 minutos que ciertamente parecen menos, Archero logra
dirigir a partir de un guión de el mismo una película atrevida en su contenido
y muy convencional en su forma. Con una dinámica de imagen más propia de la publicidad que del cine a tal grado que podemos pensar que pronto comenzarán los cortes comerciales,
también logra involucrar al espectador en una narración muy ágil con una
explosión de emociones muy bien vendidas en el mercado de las películas para
todo público: tristeza, amor, decepción. Una combinación perfecta pero ahora hasta con su dosis open mind fresa. La fotografía cuyo principal logro es contener una narración alternativa al diálogo es fresca. El trabajo teatral de
los actores, sobre todo de la niña hacen de ésta una perfecta confección. Todo
cuadra, una narración limpia y bien hecha. Así que lo que se quiera criticar tendrá que ser desde la perspectiva la historia pues la película como tal
carece de problemas.
Leo
es un abojado
joven que no tiene mucho tiempo para su hija aunque cuando la ve se divierten juntos. Mientras, su madre se hace cargo pero muere de un ataque epiléptico. Así, el padre comienza a descuidar en alguna
medida el trabajo. El hombre va a un bar donde critica a un homosexual. La niña siente una gran extrañeza de no ver a su madre, y sin comprender bien que ella ha muerto, la niña le
comienza sugerir que necesita una madre. El hombre tiene relaciones ocasionales
con una mujer, pero en el acto sexual le comienza a llamar por el nombre de su antigua esposa.
El punto sin retorno es cuando la
niña le solicita a Leo que se vista como muer para recordar a su madre. Esto
tiene un efecto en
la escuela donde creen que la niña se ve perjudicada por el juego que tiene con
el padre y tratan de
quitársela. El comienza todas las noches a trasvestirse,
cuando hace caso a la escuela de que está
sufriendo la niña, el ve que la niña está consiente de todo y es su fantasía
infantil la que le impide verlo como papá. Ella le dice que quisiera que de día también
se vistiera como su madre. Sin importarle, se viste como mujer a donde sea y es discriminado por
ello. Recibe recriminaciónes de
la escuela de monjas de su hija, de su socio y en general de todo mundo. Pero
no le importa. En un cuarto de hotel donde se refugian de una tormenta, no sin sufrir las
recriminaciones del hotelero, la niña lo
vuelve a ver como padre y ella misma le limpia el maquillaje.
Una
película con excelente fotografía,
guión, música y actuaciones, pero que poco sirven en una historia en la que el escritor no se atrevió a llegar a las últimas consecuencias en sus
respuestas al "que pasaría sí". Al escritor le pasa lo mismo que a sus
personajes secundarios que agreden al personaje central por ser travesti. Porque el escritor perdona a su mismo personaje de cometer el terrible acto de ser travesti. El narcisismo narrativo le hace corregirle el rumbo. Parece que no soporta ver a su propio personaje vestido de mujer, y huye de esa
situación que era el único desenlace lógico en una situación tan inverosimil. Es decir, lo único que salvaría de la inversimilitud de que un hombre se trasvista porque su hija se lo pide para recordar a su madre, es que lo siga haciendo. Si no queda como el famoso sueño de las historias de terror de mala calidad. El escritor tenía la obligación de asumir las consecuencias de su hipótesis. Pero le da el final feliz de los cuentos infantiles, sí se vistió de mujer, si lo golpearon, si quería la niña que hiciera eso, pero... todo fue un sueño. Ahora ya es el hombre que en realidad siempre fue.
Tanto
trabajo que le costó que le concedamos de que puede ocurrir bajo los principios planteados lo que estamos viendo, tanto trabajo que le costó al director
convencernos de que en algún lugar es viable al pie de la letra la vieja
cuestión de «por ti haría cualquier cosa» que normalmente queda como un vocablo
viejo y hecho por puro compromiso, para que al final saboteé la historia. Por ti me vestiría de mujer primero en la
noche y luego de día, por ti perdería a mi socio y mi caso, y en todo caso
hasta mi vida. Es el principio del padre que nos presentan, primero rudo y
luego un ángel.
Muchos críticos se han ido sobre esta película tachándola de poco original, o
con pocos recursos narrativos, lo mismo que su primer plano, y poco
convincente. Realmente resulta hoy poco convincente que alguien haga cualquier
cosa por alguien, incluso si ese alguien es su hija. Pero el director aunque
está jugando, sabe a lo que juega, formula todo como una hipótesis, ¿qué
pasaría si un padre hiciera todo por su hija? El problema es que cuando tiene una posibilidad la estropea.
El
personaje está dispuesto a hacer lo que sea por su hija, ella solo tiene que
pedir. Pocas veces el título de una película es tan evocativo como este. Nos da la sensación de que el director o el escritor, echaron a perder su película por alguna petición infantil. La
trama trascurre, ya ni siquiera le interesa a Leo lo que piensen, está
entregado a su pequeña, podría bailar desnudo en la Fuente de las Cibeles de
Madrid. Y es en ese momento, cuando ya nada le importa, cuando ya está
entregado y nada le importa, cuando no llega a salvarlo la niña, ni la vida o
la sociedad, llega a salvarlo el mismo escritor, y es lo que no es razonable en
una cinta. Es el escritor quien arma la catástrofe y quien vuelve a acomodar
las cosas desde afuera. El escritor está para meter en problemas a los personajes, no para resolverles la vida. Este escritor es bueno y compasivo, a decidido cuidar a sus «hijos»,
a hacer los que dice la película «todo lo que tu quieras» con respecto a sus
personajes. Y si el personaje está en aprietos fatales llega el escritor a
perdonarlo como si fuera un dios. Pero no solo eso, no se da cuenta que al perdonar eso que los demás consideran pecaminoso, el también lo está considerando pecaminoso dejando por resultado una historia moralina y mediocre. A ese dios se le olvida que el argumento
y la hipótesis ya estaban planteados, ya se había preguntado «que pasaría sí?»,
ya no hay vuelta de hoja. Llega el escritor con su pluma y hace lo más
inverosímil, que la niña le diga que ya no le gusta que sea su madre.
Si
bien esa hipótesis podría funcionar no
se sostiene de ningún ancla, sólo fue el escritor con su autoridad quien llegó
a salvar a todos los espectadores chillones que pudieron haber visto un final
fatal: que Leo se extirpara sus órganos sexuales masculinos (dícese aplicarse la jarocha),
que Leo se suicidara, que ahorcara a la niña ultra peticionista, o
bien, respetando la vida del protagonista como hacían los caballeros del clacisismo, que
la niña le pidiera algo aún más imposible, que se volviera mujer y que tuviera
un hijo porque ahora la chamaca quisiera tener hermano, o que se cortara las
piernas para ser de la estatura de su madre, que se dejara la barba para ir a
trabajar de la mujer barbona, que se implantara un pecho para ser amazona, en
fin, millones de finales posibles cuando se deja al personaje resolver la
historia. Pero sólo un final cuando es el escritor quien ha de resolver todo.
Entonces hecha a la borde todo lo que parecía su malestar por el status quo.
Retira su inconformidad.
Así,
el escritor se desarma
ante la catástrofe, llora
ante su propia historia, se inca y pide perdón de todas sus
preguntas, pide perdón
del
que pasaría y decide retirarse con
su insolencia
dejándonos una película que iba a ser buena a medio buena o medio mala, una película que iba a
ser de dos horas, de una y media. Que iba a ser devastadora en dominguera y que
iba a ser inmortal, en pasajera. Y aún así, en ese final bastardo lleno de
melchocha, que
nos recuerda que el mundo es bello aunque no lo sea, se respira todavía la
realidad planteada, una niña que había hecho de su madre cualquier cosa, decide
recordarla con los ojos cerrados, en ese momento que muere Leo «reina queen» y
revive Leo hombre macho, nace la madre de nuevo, aunque en el recuerdo, y con
ello para siempre. La familia recobra su tristeza y con eso su humanidad.
Obviamente es una película que vale la pena ver y dejarla unos minutos antes de que acabe.
Secuencia:
Leo Velazco
(Juan Digo Botto,
Argentina 1975), un joven abogado, lleva casos civiles, de familias peleando,
madres que quieren o no quieren a su hijo, luchas patrimoniales. En particular
lleva el caso de un homosexual (Jose Luis Gómez, España, 1940), que en la
cinta sólo actúa para decirnos que Leo es un homófobo de cepa sin respeto a las personas con
preferencias diferentes a las de él. Sin embargo, con su familia es un tipo
tolerante aunque ensimismado en su trabajo. Su esposa Alicia (Ana Risueño,
España, 1969) es una gran madre con Dafne, su hija. Le lee cuentos en la noche
y disfruta el tiempo con ella.
La madre es la que lleva a la niña a sus
actividades, a divertirse, disfruta con ella sus vacaciones
navideñas. La lleva
al parque y ahí es donde mientras la chicha juega,
la madre muere. Al parecer de un ataque de epilepsia. La niña estaba muy apegada a la madre y
sufre mucho la falta. El confiesa que no está seguro de si podrá resistir la
situación.
La niña comienza a tener algunas fallas
en la escuela, o lo que creen los maestros que son fallas, el comienza a tomar
los roles de madre, aunque un poco inadaptado aún, se hace por primera vez
cargo de la niña. El tiene una amiga que al juzgar por los razgos que
muestra, está interesado en él. La niña la ve como una madre potencial. Van al
teatro a la función de un amigo de su amiga que es el mismo homosexual a quien
Leo atiende.
En la obra ocurre una situación
desfavorable donde Leo expone al homosexual. El suceso no pasa a mayores y el
acaba con su amiga teniendo sexo pero el recuerda a su mujer y así le llama. Le
pide que se lo permite, mostrando así la nostalgia insoportable que siente. La
amiga puede comprenderlo para se va al anochecer sin que el lo note como
indicando que no le interesa una situación de esa naturaleza.
Su hija le pide que se vista de su
madre para recordarla y él lo hace. De esta forma la niña comienza a
recordarla.
Convierten
la situación en un juego, pero mientras el juego tiene su plasticidad, también
tiene su alma, el comienza a contarle cuentos, y comienza curiosamente ya no a
ser madre, sino también el padre que era a medias.
Pide a su cliente homosexual que lo
asesore sobre como vestirse y parecerse a su esposa. La niña le pide que el
juego no sea sólo en la noche, y el la lleva vestido de mujer a la escuela. La
niña recobra parte de su felicidad, pero en la escuela reclaman, los moralinos de
siempre salen al ataque.
Entre la mojigatería y el machismo anti «queen», es
golpeado y acaba en el hospital por un grupo de jóvenes homófobos.
Al final la niña como por arte de
magia decide que ya no quiere ver a su madre en su padre. Ella misma limpia su
rostro sellando una especie de pacto de amor, en el cual reconoce a su padre y
que su madre ha muerto, pues la recordará «con los ojos cerrados».
No hay comentarios:
Publicar un comentario